La Muerte borracha

Por: Pajaro Verde
Instagram: Pajaro__verde

Nos damos cuenta con el tiempo que vamos quedando solos. La ronda de cervezas de otras noches ya no es tan larga ni tan costosa y cada cerveza trae a la cabeza la figura del que falta en la mesa. Nos vamos quedando solos como nuestros abuelos, se van quedando atrás los otros. Que digo atrás. Abajo, arriba, en un rincón o en una carretera, debajo de un puente, en un hospital o en cualquier callejón.

Y vamos quedando solos para contemplar la desdentada sonrisa de la ausencia y la muerte ajena que nos hace ver la muerte propia como algo cercano, pero no. Contemplamos la ausencia y la muerte ajena desde una malsana nostalgia que nos va convirtiendo en cangrejos que miran adelante pero se alejan del horizonte.

Cuantos muertos tendremos que visitar con el tiempo, cuantos rostros iremos olvidando con los años. Visitar tumbas en lugar de los bares y las playas de otros días, ¿ese es nuestro premio por sobrevivir a todos estos acelerados días?

 Tendremos también la posibilidad de memorizar más atardeceres que empujaran a los más viejos y con el tiempo, tal vez, los atardeceres de hace treinta años se parecerán a los de hoy. Tendremos la dicha de reírnos del ropaje con que se presentara el viejo mañana.

Aun así nos vamos quedando solos, con una cerveza en la mano y todos nuestros muertos sentados en la misma vieja mesa, tan vieja como nuestros temores.

La soledad nos volverá a alcanzará porque la de hoy es una soledad liviana pero la de mañana cargara con una procesión de muertos y el peso de años de ausencia y los deseos de encontrar a los que ya no están en la vieja esquina de siempre. Cargaremos con todos esos muertos o en el mejor de los casos ellos cargaran con nuestra ausencia y nuestro cadáver.

* La Imagen es del "El séptimo sello" (1957) de Ingmar Berman

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