Un ministro, un chofer y un autobús escolar


Escrito por: @cain_remigton 

La bomba esperaba en el siguiente semáforo por el carro del ministro. Dentro el ministro de guerra, el chofer y dos escoltas. Afuera miseria sectarizadasectarizada en una multitud de colores. Allí estaba la bomba esperando desde la madrugada cuando fue instalada cuidadosamente y preparada para él, no para el chofer ni sus escoltas pero que inevitablemente estarían con esa escoria. El carro aceleró su velocidad por tener permiso especial y siguió acelerando hasta el estar cerca del semáforo y allí todo fue un estruendo, una luz, vidrios rotos, alarmas, gritos y confusión mezclada con polvo, humo y sangre. Muchos muertos, muchas esquirlas.


A pocas calles un autobús escolar que se detiene ante el ruido y las alarmas. Los niños y niñas quedan impactados pero no se alarman, miran por la ventana mientras la gente corre. Sube alguien al autobús lleno de polvo, sangre ajena y con traje y corbata todo desarreglado mientras el chofer del bus se pone en marcha buscando otra ruta para llegar a la escuela. El personaje se sienta en la parte trasera del autobús y los pequeños lo miran tratando de saber quien es. Cuando está sentado y se ha limpiado el polvo y la sangre uno de los niños reconoce el rostro que días antes había visto en televisión mientras daba un discurso en el que hablaba de las operaciones y múltiples bajas que habían dejado las ofensivas contra los enemigos de la patria como él los llamaba.

Entonces todos reconocieron el personaje y recordaron que aquel señor le gustaba jugar a la guerra y si había sangre lo emocionaba más. Aquellos pequeños habían entendido que debían jugar a la guerra con el señor de traje y corbata que tanto habían visto en televisión y así lo hicieron. El ministro vio cómo uno a uno se fue acercando a la parte trasera del bus cargando con lápices, reglas, libros, pinceles, flautas y con sus pequeños puños para jugar a lo que el más le gustaba. Cuando el chofer al fin encontró la ruta que los llevó a la escuela y todos bajaron vio al hombre de saco y corbata desangrado en la banca trasera del autobús. Cerca del pecho tenía un lápiz bastante gastado, de tanto escribir o dibujar, clavado una y otra vez. Y que que quedaba: un ministro de guerra alcanzado por la guerra y la Inocencias, un chofer y un autobús escolar.


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