DEL PLANTÓN A LA MARCHA: UN PASO MÁS DE LAS MUJERES EN BARRANQUILLA
Por : Cain Remington
Fotos: Kat Torres
8 de marzo, un día signado por una lejana tragedia en Nueva York. 8 de marzo, domingo 3:15 de la tarde, los barrios y los transeúntes tienen los ojos puestos en un grupo de mujeres que se concentran para iniciar una marcha. Domingo de extraña tragedia en el sur occidente, cae una valla sobre un taxi, un muerto y toda la atención que iba ganando el grupo de mujeres se escurre entre el morbo y lo atípico del suceso. Pareciera aquello una macabra jugarreta del día diciendo "están solas ahora, sólo se tienen a ustedes"
Ellas han trazado una ruta por los barrios populares de la Barranquilla de la periferia. Pasaran por los barrios que están entre el puente de la carrera 38 con circunvalar hasta la Circunvalar con Cordialidad, ruta que pocos sectores de las organizaciones sociales y políticas habían tenido en cuenta. Serán casi dos horas y media en que la ciudad les volverá a mostrar sus filosos dientes, como lo hace la mayoría de días.
Salen. Gritan, ríen, se colocan sus pañoletas verdes y moradas en un ritual de iniciación para una marcha cargada de tensión y, de manera afortunada, poco sol. Hay una chica al lado de una matrona que lleva pollera de colores, pañuelo morado y una camiseta blanca estampada con la figura se la Virgen del Carmen. Salen, algunas con la experiencia de haber predicado en medio del desierto por mucho tiempo; otras parecen tímidas, pero que va, van cogiendo confianza y apoyándose juntas con una mirada o una sonrisa de complicidad.
Detrás vamos nosotros conscientes del peligro acechante, y más atrás un cordón de policías, todos hombres, que retienen de mala gana el tráfico paralizado. Esta ciudad está consagrada al caos y a la falta de planificación, por lo tanto cualquier accidente crea una serpiente de carros adornados por la impaciencia y lo peor de cada conductor en esta urbe. Las chicas han vuelto a tener la atención del domingo trágico y marchan ya más convencidas y convenciendo.
El grupo es compacto y decidido. Hay una alta presencia de mujeres jóvenes llenas de rabia e indignación por falta de soluciones reales que paren el desangre al cual están siendo sometidas en todas las regiones del país. Están indignadas y molestas pues el año pasado Barranquilla reportó 16 casos de feminicidios entre 0 y 12 años y otros 17 casos entre 13 y 17 años. Y en lo que va corrido del año, sin posibilidad de actualizar las bases de datos, ya hay reportados 5 casos de feminicidios en la ciudad.
Cifras nada despreciables si se tiene en cuenta que feminicidioscolombia.org advirtió que Barranquilla es la segunda ciudad más peligrosa para mujeres entre 1 y 17 años, detrás de Medellín y El Tambo, entre el año pasado y lo que va corrido de este. Y solo basta estar acompañando la marcha para ser testigos de las barbaridades que empiezan a ser gritadas desde las aceras, las motos que rompen el cerco, los buses y carros, los policías e incluso algunos que van acompañando la marcha en representación de una u otra organización.
La tensión aumenta entre el final de El Pueblito, barrio del sur occidente, y el comienzo de Caribe Verde, un complejo de viviendas de interés social. Allí la Circunvalar se amplia un carril más pues se adicionan unos corredores viales que son propiedad de unas bodegas y del complejo de viviendas; lugar por el cual se filtran motos y carros que a toda velocidad gritan insultos y ponen en riesgo la vida de las marchantes bajo la mirada complaciente de la fuerza pública. Justo en ese tramo, la marcha deja de ser solo una manifestación de "estamos aquí y queremos que te enteres" y pasa a ser "estamos aquí, resistimos y paramos la ciudad por las que no regresaron". Y pararon, pues en ese tramo se tomaron de las manos una al lado de la otra hasta cubrir los casi 50 metros de ancho para detener el tráfico y sobre todo el insulto como manera de intimidación.
Desde este ultimo tramo se logra ver el puente de la Cordialidad y en el rostro de cada una hay un sensación de resistencia y alegría, y en otras es inevitable ver la rabia contra la violencia de todo tipo que cada 36 horas arranca la vida de una hermana, hija, compañera o amiga. Y también dejan ver la satisfacción de haber roto el cerco de miedo que se ha construido en las ciudades y zonas rurales en que 7 de cada 10 mujeres son víctimas de una agresión. O porque también queda en el aire del recuerdos Omaira Montoya Henao, primera víctima de desaparición forzada en Colombia el 9 de septiembre de 1977 en esta ciudad.
Las victorias de las mujeres son al tiempo las victorias de la sociedad en general, pero pareciera paradójico que el dolor que sufren es sólo de ellas y solo su responsabilidad. Y para la muestra un botón. La universidad del Atlántico fue el claro ejemplo de la conducta normalizada entre un gran número hombres y mujeres del mundo académico: el acoso y el intercambio de favores sexuales a cambio de una nota, un puesto o la tranquilidad, sopena de ser castigadas de mil y una forma. Y ellas, desde diferentes trincheras, iniciaron la campaña que llevaría al final de la carrera administrativa al rector de dicha institución.
Al final de la marcha, llegan un poco exhaustas pero llenas de adrenalina y de convicción. Están allí universitarias, chicas bastante jóvenes de los barrios, las matronas, las profesionales, las activistas y siguen denunciando, cantando y danzando sin pedir permiso hasta entrada las seis de la tarde. Me retiro, pues el lugar está plagado de policías infiltrados, que toman fotos e individualizan bajo la lógica del enemigo interno. En el bus en que voy de regreso a casa va una chica de pañoleta verde amarrada al cuello y varios de los que van sentados la miran de arriba a bajo. Concluyo: una primera parte de la tarea está hecha; el asesinato de mujeres campesinas, amas de casa, excombatientes, profesionales, jóvenes, ancianas, niñas y lideresas sociales empieza a escurrirse entre nuestra extraña e insana cotidianidad como flores que crecen a través del cemento.
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